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Tony Pina nos cuenta sobre la vidad de Raffo el soñador.



Por Tony Pina.-

Nunca me gustaron las bachatas, esa música que en  mi niñez tampoco a muchos les gustaba porque la maldecían calificándola de guardias y policías, aunque no pocos por lo bajo se despegaban de sus oídos a Radio Guarachita para escucharla.
En realidad, era una de las mejores formas de desnudarse de una sociedad que como la nuestra sólo les gusta tirar al aire los trapos del vecino.

Sin embargo, cada vez que oía la versión en bachata de ‘Chiquitica’, de Leonardo Paniagua, se me ponían los pelos de punta, pero quien más me marcó en ese género que hoy lidera la sintonía de la radio fue un bachatero de Barahona llamado Rafo, a quien luego, después que murió, anduve tras su vida hasta conocerlo muy de cerca.

¡Que no me hablen de ella, que me dejen en paz!, gritaba en una de sus bachatas Rafo (Rafael Alcántara Féliz), ese peón que duramente se ganaba la vida cargando sacos de sal en el muelle de Barahona y que luego, durante las noches, sobre todo los lunes, los días cuando pocos empinaban el codo en el Bar Amerasia, se iba a la vellonera a escuchar rancheras de José Alfredo Jiménez y Chavela Vargas.

“Que murmuren, que hablen, que digan lo que quieran, que yo soy un cobarde, que no tengo valor”, eran letras de otra canción de Rafo, y yo, en la vellonera del único bar de Boyá no sé por qué me marcaron tanto, porque aún era un imberbe y no tenía siquiera una actitud libinidosa de la vida.

Ese Rafo de ‘guardias y policías, de prostitutas y chulos’ se hizo famoso en Radio Guarachita y esa fama, ya convertido en “El Soñador”, lo llevó a vivir durante algún tiempo en Puerto Rico, estableciéndose posteriormente en Nueva York, donde murieron, en un accidente de tránsito, su mujer y uno de sus hijos. De cantante de bachatas la tragedia decantó la vida de Rafo.

Entonces, de alguna manera triste traspasó a mí sus sufrimientos con esta canción “Cadena de tragedias” que me hizo sentir el dolor ajeno y cuyas letras comienzan “De niño siempre soñé con ser un hombre enamorado, soñaba siempre con ser muy feliz, pero todo ha sido en vano, porque el destino traidor de mis sueños se ha burlado; tan solo tuve un amor y de pronto se ha esfumado”, y no se detiene la bachata sino hasta traspasar los límites del lamento con estas palabras desgarradoras: “para mí todo acabó, ya no hay nada, no queda nada; solo penas llevo en el alma; el destino me ha engañado, y nunca, nunca, yo sabré por qué la vida me ha castigado, tan solo tuve un amor y de pronto no tengo nada…”

Empero, lo peor no había llegado aún a la vida de Rafo. En su mundo de alucinaciones, donde fue a parar por consumir drogas, el bachatero recordó tal vez en su subconsciente las rancheras mexicanas, y hasta Ciudad México llegó; y allí, desconociendo que ahí no se conocía el género de las bachatas, anduvo borracho por sus calles, y enredado en las faldas de una mexicana de bares procreó con ella una hija, pero las drogas hicieron de ‘El Soñador’ un hombre equivocado: un día le dio una paliza a la mujer y fue encarcelado, y al final de la prisión deportado a Santo Domingo, donde deambuló por las calles de Cristo Rey, Gualey y Guachupita.

Pidiendo para comer y para consumir drogas, Rafo fue recogido de las calles de la parte alta de Santo Domingo y llevado a Barahona; sin embargo, ya era tarde: degeneró en la locura y tuvo que ser internado en el hospital Rodolfo de la Cruz Lara donde jamás volvió a sus cabales, y de allí se fugó para volver a caer en las garras de la perdición.

El 21 de enero de 1985 la noticia de los diarios: “Un hombre se suicidó lanzándose del puente Duarte”.

Ese hombre era Raffo, a quien conocí en sus canciones y luego lo conocí más en mis investigaciones periodísticas, pero ya lejos de su tumba olvidada, allá en Barahona, donde ahora los bohemios y los borrachos lo recuerdan bebiendo ‘triculí’ o clerén, consumiéndose también en sus penurias de obreros olvidados.-

Tomado de diariodigitaldominicano.com

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