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Desalojo inhumano del Consorcio Azucarero Central

Elisa López Yan, una madre soltera de 40 y tantos años, nunca pensó que el pequeño espacio que ocupó por 22 años era suyo. Allí se puso hace dos décadas al no tener trabajo y con el fin de ayudar a su familia.

A la vista de todos, mucho antes del Proceso de Capitalización de las empresas del Estado, incluidas las del CEA y CORDE y que los nuevos “dueños” del ingenio Barahona llegaran, López Yan se colocó en ese lugar.

Ahora Elisa ha sido enviada a la calle por el Consorcio Azucarero Central, una empresa de capital mixto: dominico/guatemalteco, porque el CAC construye una cafetería precisamente en el área que ella ocupaba para vender los desayunos a los obreros. 

Más de 10 guardias, 30 policías, casi 60 obreros y varios fiscales que le dieron legalidad a una injusticia, participaron en el desalojo y posterior derribo del kiosco levantado por Elisa hace poco más de dos décadas, que se vino abajo en minutos.

No solo la desalojaron y apresaron, se impuso el poder económico y la injusticia, sino que la acción misma constituyó violencia contra la mujer y, de paso cortaron las alas a una mujer emprendedora que encontró en una freiduría la manera de salir de la pobreza y de la miseria extrema en que vivió toda su vida.

De ninguna manera justificamos que ciudadanos enajenen de manera particular bienes colectivos ni privados, pero por las circunstancias en que ocurrió el establecimiento de Elisa en ese lugar, su caso debió ser visto de otra manera por el Consorcio Azucarero Central.

El CAC, arrendatario del Ingenio Barahona, debe resarcir los daños ocasionados a López Yan, de cuya pequeña empresa sacaba el sustento para sus tres hijos, pagar préstamos, sanes y como madre soltera, alimentarlos, asegurar sus estudios, salud, vestimenta y recreación.

Esperamos que sus verdugos, que la desalojaron, la apresaron, la humillaron, la maltrataron y la mandaron a su casa a morir de hambre junto a sus hijos, la ubiquen en otro espacio o indemnicen.

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