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Permiso para la felicidad

Doctor Octavio FĂ©liz Vidal
Terapeuta Familiar y Sexual

Nos abrazamos al dolor y no le permitimos irse. Nos abruma el pasado y nos hacemos esclavos del apego. Confundimos el abandono total o parcial de nuestra infancia con nuestro presente. La ausencia del padre o la madre, que con razĂłn o no, nos abandonĂł se queda como una imagen que no queremos que se repita con nuestra pareja.

Nuestro miedo al abandono nos hace vulnerables al abuso. Ya estamos acostumbrados al dolor del abandono y en procura de evitar la soledad, podemos soportar los abusos y engaños de manera estoica.

La felicidad tiene un alto precio. Pero se confunde mucho con el placer. La confundieron los dioses del Olimpo. Zeus, en su vacuidad divina, deambulaba detrás de hermosas mortales. 

Los hombres detrás del placer y la belleza provocaron guerras. Paris, hechizado de amor, seduce a Helena y entre placer fugaz y felicidad deseada se desata la guerra de Troya. El esposo AgamenĂłn, con la excusa del hurto de su esposa, crea un poderoso ejĂ©rcito griego para buscar su anhelada felicidad. No Helena. Lo ahoga el poder y la riqueza. 

Nuestra capacidad de lograr relaciones justas y respetuosas, rodeadas de pasiĂłn, pudieran definirse como felicidad. Pero la naturaleza humana es compleja y nos visitan nuestras fantasĂ­as y deseos inconscientes. Eso nos hace marchar detrás de nuevas aventuras y proyectos. 

Al encarcelar a alguien en el dolor y el maltrato, el apego le dificulta ver la puerta que se abre a la felicidad. Una distancia del dolor y la posibilidad de un nuevo comienzo, luego de luchar con quien amamos para que comprenda que sus acciones nos dañan. 

De tantas penas y abusos y la negativa de justicia: podemos sentir nuestro derecho a ser felices. A tomar distancia, a vivir con respeto y a tener un proyecto de vida. Con justicia, sea en reconciliaciĂłn y una nueva oportunidad; o arriesgarnos a la soledad o a un nuevo comienzo.

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