El poder es transitorio
Somos mortales y nadie dura para siempre en el poder. Ni los monarcas, porque, aunque parezcan eternos, se mueren, terminándose con ello el fin de su poder personal. Sabemos de dictaduras que parecían perennes como de figuras que en democracia se percibían como providenciales y, sin embargo, han tocado las puertas del camposanto, donde les han abierto las puertas para un viaje sin regreso.
Luis XIV, después de 72 años como monarca, murió. Francisco José de Austria-Hungría, rey apostólico de Hungría y de Bohemia, luego de 68 años en el mando, falleció. Victoria I de Reino Unido, con más de 64 años como reina, murió. Hiro-Hito, después de 63 años como emperador japonés, falleció. Tiberio, Julio César, Marco Aurelio, Nerón, Trajano y Adriano, entre los emperadores romanos de mayor influencia, también fallecieron.
Fidel, después de 49 años en el poder, dejó el mando y murió. Carlo Magno, Chiang kai-shek, Muamar al Gadafi, Francisco Franco, Saddan Hussein, Stalin, Hitler, Trujillo, Mao Zedong, Balaguer y otros tantos, incluidos los del poder divino, como los papas y patriarcas, han exhalado el último suspiro.
Con o sin razón, a Álvaro Uribe, expresidente de Colombia (2002-2010), de mucho poder e influencia en su país y que tanto prestigio adquirió, al punto de ser considerado el presidente más popular de la historia reciente de sus país, por su lucha contra la guerrilla colombiana, particularmente las FARC, la Corte Suprema de Justicia colombiana le dictó hace un tiempo una orden de arresto domiciliario, por supuestos delitos de soborno, fraude procesal y manipulación de testigos en la denuncia contra el también senador Iván Cepeda. Como yo, también él terminará su vida en una tumba. Los ejemplos podrían ser interminables.
El poder, la gloria y las riquezas terrenales son efímeras. Lo mejor entonces es que nos entendamos con la vida (Facundo Cabral). Los pueblos maduran y la exigencia ciudadana sobre una gestión de gobierno eficiente es cada vez mayor. Ya que el mes pasado inició un segundo mandato del presidente Abinader y su gobierno, los funcionarios que han permanecido y los de reciente ingreso deben recordar que su paso por la administración es temporal. De hecho, los de libre remoción saben que penden de un decreto presidencial.
Los cargos públicos – transitorios por naturaleza, incluidos los de elección popular – son una oportunidad para servir al país, no para servirse de él, ni pueden constituirse en medios para elevar los egos, cargados de prepotencia y altanería, pues son actitudes y características que llevan a las personas a creerse más importantes y grandes que las demás y eso las lleva a abusar del poder.
Conozco muchos funcionarios, comenzando por el presidente de la República, Luis Abinader, que están cargados de buenas intenciones, sanos deseos y mucha disposición para contribuir con el país; llenos de humildad y entusiasmo. Pero, cuidado, los hay que debe recordárseles que son funcionarios, esto es, que están designados para funcionar, para dar, no para recibir y que su tránsito por los cargos que ostentan es pasajero.
Además, que vale la pena dejar marcado el paso por la administración pública de aportes para un mejor país. De lo contrario, serán inservibles públicos, en lugar de servidores públicos.
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