Pariendo un gran problema
Parafraseando a Monterroso, cuando nos levantamos, las estadísticas todavía estaban ahí… y eran aterradoras. En los últimos cinco años, los partos de nacionales haitianas en la red nacional de salud pública dominicana no han hecho más que aumentar. De 27,984 (2019), 30,322 (2020), 35,662 (2021), 37,941 (2022), 38,555 (2023) a 29,710 al mes de noviembre 2024. En cinco años (faltando diciembre) 200,174 madres haitianas dieron a luz en territorio nacional, promediando sobre el 35% de todos los partos a nivel público
En ese mismo período, según información de la Junta Central Electoral (JCE) fueron registrados 140, 596 partos (sin especificar nacionalidades), divididos de la siguiente manera: 25,666 (2019), 15,327 (2020), 25,557 (2021), 29,408 (2022), 29,945 (2023), 14,693 (2024). Dejando la data dura detrás, entramos en el terreno de las interpretaciones.
En ausencia de estudios que correlacionen migración con natalidad, especulamos al afirmar cuántas haitianas utilizan nuestra red hospitalaria y regresan a su país, cuántas se quedan y cuántas son recurrentes.
Sin cuestionar el deber del Estado de brindar servicios sanitarios esenciales a quienes residan en nuestro territorio –sin importar criterio migratorio ni de ninguna índole–, subsiste un desafío mucho mayor al que impone esta realidad presupuestaria.
Los flujos migratorios son una constante permanente en la historia de la humanidad, y todos los esfuerzos desplegados por contenerlos tarde o temprano están condenados al fracaso, es un axioma… no necesita demostración.
A nivel de país, la atención sanitaria a mujeres embarazadas haitianas desangra nuestro presupuesto y desborda la capacidad de planificación, gestión y financiación del sistema. Sin embargo, subsisten interrogantes mayores que contienen la semilla de frutos que no querremos cosechar en el futuro.
El Líbano y la crisis palestina constituye un buen ejemplo de qué puede pasarle a un país organizado y funcional cuando se convierte en solución de los problemas de sus vecinos. Siendo simplistas, toda la estabilidad de la “Suiza del Medio Oriente” se fue a pique cuando se vio arrastrada en el conflicto israelí–palestino a consecuencia de haber acogido en su territorio a grandes continentes humanos que, llegado el momento, sirvieron de caldo de cultivo para una crisis de gobernabilidad que se llevó todo por delante. Volviendo al patio, al margen de que a todos esos nacimientos le fueron expedidos una constancia de color rosado, siendo registrados en el libro de Extranjería, “lo cual no implica en lo absoluto que la persona inscrita en este libro de extranjería adquiera la nacionalidad dominicana” (JCE); cabe preguntarse –sobre todo proyectando las consecuencias del colapso indetenible del Estado haitiano– si a ritmo de 30,000 partos anuales (redondeo arbitrario) podremos gestionar exclusivamente desde el marco constitucional el desafío de tener dentro de algunos años, cientos de miles de “ciudadanos de segunda clase” (así le dirán) en el territorio, y si podremos resistir las presiones que, llegado el momento nos impondrán los que querrán cargarse nuestro marco jurídico, tal como se cargaron el país vecino.
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