La esperanza venezolana
Hoy que el mundo democrático permanece a la expectativa del renacimiento de la democracia en Venezuela, gracias a la expresión popular del pasado 28 de julio que convirtió en presidente electo a Edmundo González, como lo han reconocido muchÃsimas naciones, algunos, sin embargo, consideran inviable desalojar del poder a Nicolás Maduro.
Razones de este escepticismo son: el férreo control del régimen chavomadurista sobre las fuerzas armadas; los malabarismos de Brasil, México y Colombia para no apoyar a Gonzalez; la hipócrita polÃtica exterior de Estados Unidos hacia Venezuela, parcialmente efectiva con las sanciones al régimen; la inutilidad de la OEA como mecanismo de defensa de la democracia; y la desmovilización de parte del pueblo venezolano, debido a la masiva emigración y la intensa y violenta represión.
Y, sin embargo, la oposición se mueve. Más de 7 millones de venezolanos votaron por González, manifestándose valientemente en las calles y en las redes. Además, la oposición fue capaz de colectar, computar y publicar las actas de votación, resguardadas ahora en Panamá, que prueban el triunfo de González y que deslegitiman totalmente una toma de posesión de Maduro este 10 de enero, que serÃa más bien un acto ceremonial de consagración de un descarado fraude electoral y de un abierto golpe de estado rechazado por la mayorÃa del pueblo venezolano y la comunidad internacional.
En 1978, cuando las fuerzas militares del gobierno de JoaquÃn Balaguer se negaban entregar al poder a Antonio Guzmán, muchos juzgaban imposible su ascenso a la presidencia. Pero el rol magistral jugado por Peña Gómez a nivel de la Internacional Socialista, el papel decisivo de los presidentes Carlos Andrés Pérez y Jimmy Carter y la actuación clave de las elites económicas y de la Iglesia Católica, evitaron que se conculcara la voluntad del pueblo dominicano y que fuese posible la transición democrática.
Lógicamente, aquellos no son los tiempos de ahora donde emergen las “dictaduras eternas” por la ausencia de incentivos para que los autócratas entreguen el poder. Las elites económicas venezolanas, por otro lado, están casi todas adscritas a -o sujetas al- poder polÃtico chavomadurista, aunque hay fuertes y ocultas fisuras y temores en sectores del bloque hegemónico del poder.
Además, que Trump no recibiera a González hace temer que, pese a la designación como Secretario de Estado de un aliado de la oposición venezolana como Marco Rubio, los intereses petrolÃferos y financieros estadounidenses impongan arreglarse con Maduro y decidan ignorar los peligros geopolÃticos y de estabilidad democrática que representa para el hemisferio occidental un Maduro incorporado plenamente en el eje autoritario Rusia-China-Irán.
Sin embargo, a favor del cambio democrático operan: el extraordinario liderazgo de MarÃa Corina Machado; la creciente unidad opositora; el pueblo rebelado en la calle; el activismo polÃtico de la diáspora venezolana; el exitoso peregrinaje internacional de Edmundo González; y la negativa de sectores de las fuerzas armadas de sumarse a la represión.
En todo caso, ¡llegó la hora! Con pesimismo del intelecto y optimismo de la voluntad (Gramsci), es muy razonable que el mundo democrático y la gran mayorÃa del bravo pueblo de Venezuela alberguen “la esperanza contra toda esperanza” (San Pablo) de la transición democrática y actúen en consecuencia, pues, debemos decirlo y repetirlo, hasta el final: “¡sin esperanza no hay acción, pero sin acción no hay esperanza!”.
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