“¿Quién le dice la verdad al Presidente?”
Con unos 15 metros de altura, la estatua de Fray Antón de Montesinos es la más grande de la República Dominicana.
Representa a un monje atrevido y subversivo, ¡rebelde!, por atreverse a no hacerle el coro a los colonizadores y contener el abuso a los indígenas. Su sermón de 1511 fue rechazado por muchos, a pesar de que alertaba algo que se veía con los ojos de la cara.
Hoy, sin embargo, los “colonizadores” no necesitan armas ni bayonetas para imponer su agenda. Lo logran a través del soborno y, cada vez más, mediante el efectivo uso de las redes sociales.
La frontera cibernética, no la que la potencialmente protege nuestra infra infraestructura sino la que permite crear disonancia cognitiva en quienes habitan la isla, es potencialmente peligrosa por la limitada alfabetización mediática y el énfasis de las autoridades en la popularidad.
Frente a este desafío, la mirada lacaniana de las redes sociales por parte del Presidente Abinader debe ser comprendida por sus eruditos itinerantes para lograr transformaciones estructurales. Que no les pase como al círculo de colaboradores que rodearon a Josip Broz Tito, quienes antepusieron su buen ánimo a su legado ocultándole hasta su muerte la realidad de las tensiones étnicas y económicas que eventualmente llevaron al colapso de Yugoslavia.
A pesar del panorama actual, no se pone en duda que la República Dominicana ha estado de moda en el ámbito internacional.
Sin embargo, una buena economía es como un río con agua: mientras fluye, oculta las piedras. Pero cuando el caudal baja, se visualizan los problemas ocultos. El gobierno puede seguir operarando sin enfrentar estas dificultades cada vez más complejas, pero pudiera estar procastinando decisiones impostergables.
Así como Montesinos fue un símbolo de valentía al decir verdades incómodas en su tiempo, el Presidente necesita que sus colaboradores señalen con efectividad esos “problemas ocultos” bajo el agua. Aunque no les construyamos una estatua como la de Montesinos, por lo menos unas cajitas de mangos les guardaremos como gesto de agradecimiento.
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