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La excusa del imperio




Las ciencias puras sirven para entender el mundo, las ideologĂ­as sirven para explicarlo… o cuando menos, para justificarlo. Tras la caĂ­da del Muro y la implosiĂłn de la UniĂłn SoviĂ©tica –entre la ilusiĂłn y la soberbia– Fukuyama proclamĂł exultante el fin de la historia, y muchos le creyeron.

Tres décadas después la lucha ideológica se resiste a morir, porque a través de ellas intentamos decodificar la realidad para poder manejarla. Desde esa lógica, cada aspecto de lo ordinario encuentra motivo, razón de ser o justificación de existencia; y vale para el marxismo con la lucha de clases, como el capitalismo con su mano invisible. Da igual.

Volver al viejo discurso sesentero/ochentero parece desfasado, pero no lo es. Y no importa que ya nadie lea a los barbudos o a Friedman o Hayek, o que nadie lea a nadie; lo que importa es que al más alto nivel se siguen asumiendo posturas ideológicas como excusas o motivos para justificar posiciones (y decisiones) políticas.

Con la llegada de Trump y el ascenso a las posiciones de poder de su nĂşcleo duro, vendrán tiempos aciagos en LatinoamĂ©rica y el mundo; pero tambiĂ©n por la deriva autoritaria que viven Venezuela y Nicaragua, paĂ­ses dirigidos por regĂ­menes dictatoriales que han vulnerado y violentado la voluntad popular, y que cuentan con el apoyo del rĂ©gimen cubano, al que en puridad y realpolitik no se le puede exigir que realicen elecciones porque, siendo honestos, El Caballo no se terciĂł la ñoña por haber ganado precisamente con votos…

Ahora toca el populismo y la demagogia trumpeana, pero frente a esto no hay más honestidad intelectual que la del neoyorquino, y ni hablar de superioridad moral; donde una izquierda latinoamericana (que sean Boric y Mujica la excepciĂłn) se resiste a llamar las cosas como son, y prefiere apelar a los gastados argumentos de la lucha contra el imperialismo (con su metamorfosis a “fascismo”) y la derecha internacional, mientras obvia que tanto en izquierda o derecha, el principio cardinal de la democracia es el derecho a elegir y a ser elegido; y que este ha sido pisoteado en Venezuela y Nicaragua.

Escuchar a los dinosaurios del patio denunciando al imperialismo yanqui ante la visita del secretario Rubio el próximo mes, es tan lamentable como penoso es verlos congregados en el Parque Independencia, fundidos en una masa gerontocrática que no permite siquiera que el fotógrafo abra la lente, porque se vería la insignificancia de su convocatoria. Y llama la atención lo rápidos que son para denunciar visitas y los lentos que han sido para pronunciarse en torno al fraude electoral que cometió el chavismo el 28 de julio.

QuĂ© fácil es elegir un imperio villano favorito con el cual justificar todos sus desmanes y fracasos… como si acaso los chinos, rusos o iranĂ­es actuarán “pro bono”… sobre todo ellos, imperios como el que más.

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