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La pregunta de Ángel González




Con demasiada frecuencia la política dominicana deja mucho que desear, víctima de una cultura ancestral de clientelismo y corrupción. Aunque es cierto que, superadas las crisis de 1990 y 1994, ella es casi una excepción de estabilidad en la región. Sin embargo, no debería dormirse en esos laureles.

Es un hecho demostrado la participación directa de personajes relacionados con el narcotráfico y el lavado de activos como candidatos en los procesos electorales, lo que uno no justifica ni apoya, pero puede explicar. Y es que, ante el ambiente de impunidad que rodea la actividad político-electoral, es normal que los señores, cansados de patrocinar candidaturas ajenas, se hayan decidido a presentar las suyas, casi siempre con gran éxito. Al fin, la ley exige poco -casi nada- a los ciudadanos para poder ser candidatos a dirigir ayuntamientos o representar provincias y municipios.

Nuestra política, y especialmente nuestros procesos electorales, están permeados por el lavado y el narcotráfico y, lo que es peor, ningún partido que gobierno ha sido puede lanzar la primera piedra a sus adversarios, sin correr el riesgo de morir a pedradas.

Además, nuestras campañas electorales se caracterizan por el hecho de que, más que una desinteresada y patriótica colaboración, los medianos y grandes grupos económicos que suplen bienes o servicios al Estado, están “invitados” a invertir en los candidatos con posibilidades, como forma de “no quedar fuera de la foto”, y tener a quien llamar a la hora de necesitarlo y cobrar lo invertido. No se colabora, se invierte. Hagan memoria. Por eso, faltando tres años para las elecciones, ya comienzan los precandidatos casi todos a realizar sus actividades.

Más que un acto político, nuestras elecciones son una actividad empresarial con algo de lotería y mucho juego de azar donde los grupos económicos no pueden quedarse fuera de la fiesta.

A pesar de los avances en la normativa jurídica por la transparencia y contra la impunidad, aquí todavía los contratos del Estado no caen del cielo.

Ahora que se acerca San Valentín, recuerdo que hace mil años, en un bar de Oviedo, custodiado por Sabina, Ángel González preguntaba “¿qué sería tú nombre sin ti? igual que la palabra rosa sin la rosa”, de igual modo, pero mucho menos romántico, uno solo quiere preguntar: ¿Qué sería de nuestros partidos sin sus financiadores, solidarios, buena gente y agradecidos? ¿Qué serían? Hagan memoria y sonrían.

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